domingo, 20 de junio de 2010

A modo de introducción


Aunque la producción mundial de los alimentos básicos equivale a más del 110% de las necesidades del planeta, treinta millones de personas siguen muriendo de hambre cada año y más de ochocientos millones sufren malnutrición...


En 1960, el 20% de los más ricos de la población mundial tenía unas rentas treinta veces superiores a las del 20% de los más pobres. En 2002, las rentas de los ricos eran, no treinta, sino ochenta y dos veces superiores a las de los pobres, y esa desigualdad ha ido agravándose hasta la actualidad...


De los seis mil millones de habitantes del planeta, apenas quinientos millones viven desahogadamente, mientras que cinco mil quinientos millones subsisten en condiciones precarias...


Las doscientas veinticinco mayores fortunas del mundo representan un total de más de un billón de euros, o el equivalente a los ingresos anuales del 47% de las personas más pobres de la población mundial (¡dos mil quinientos millones de personas!). Hay particulares más ricos que muchos países del planeta. El patrimonio de las quince personas más ricas del planeta supera el producto interior bruto (PIB) total del conjunto de los países del África subsahariana...



Todo este caos viene condicionado por los efectos debastadores de la segunda revolución capitalista, o lo que es lo mismo: de la globalización.


Antaño, los países, movidos por la avaricia del imperialismo -la fase superior del capitalismo- colonizaban territorios, ciudades y países, extendiendo así sus conquistas para dominar el mundo. En cambio, ahora, quienes pretenden dominar el mundo son empresas privadas y conglomerados, grupos industriales y financieros (IV Guerra Mundial); cada una de las cien empresas globales más importantes del mundo vende más de lo que exporta cualquiera de los países más pobres. Estas macroempresas globales controlan el 70% del comercio mundial...


Aparte de los debastadores efectos económicos que agudizan la desigualdad y alejan cada vez más al pobre del rico, la globalización acarrea otras consecuencias inquietantes como la salvaje explotación de la Naturaleza. En los últimos diez años, catorce millones de kilómetros cuadrados de bosques (treinta veces la superficie de España) se han transformado en desiertos, y más de treinta millones de kilómetros cuadrados corren idéntico riesgo. Cada año, unas seis mil especies animales son borradas para siempre de la faz de la tierra...



En el período de cincuenta y tres días han muerto, mueren y seguirán muriendo aproximadamente 1.325.000 personas, según la FAO (Organización para la Agricultura y la Alimentación - Food and Agriculture Organization), organización tan sospechosa de regirse bajo organigramas de índole marxista como la propia ONU. De esas 1.325.000 personas, salvo contadas y milagrosas excepciones, ninguna contará con la posibilidad de salvarse; nacerán en la miseria, intentarán subsistir en la miseria y morirán en la miseria. Tan sólo serán números, no personas -como diría Eduardo Galeano-, que perecerán en el más triste de los olvidos. Por otra parte, yo, que he vivido cerca de 20 años en un país saqueador, explotador y genocida, que aún vive de las rentas del asesinato sistemático y la esclavitud, he tenido la oportunidad de aprovechar el sudor y la sangre de otros, a diferencia de los niños de Niger, Zaire o Colombia, y por tanto, no merezco ningún homenaje. Ellos sí.



Pero no seré yo, desde luego, el que trate de difundir un mensaje de desesperanza y derrotismo, ¡eso es de perdedores y conformistas! Cincuenta y tres días pueden dar para mucho. En una buena hora cualquiera de ese período de tiempo, un Argala del siglo XXI podría hacer volar a Aznar como Carrero Blanco, mediante la colocación de Goma-2 en un tunel subterráneo. O Javier Solana podría ser bombardeado -por bombas caseras sacadas de El libro de cocina del anarquista mucho más modestas que las de la OTAN, claro-, y así sentir lo que sintieron los niños serbios que él mismo ordenó bombardear. O, en una operación de ingenio y maestría, se podría secuestrar al Jefe de Estado por la Gracia de Dios y la Ley de Sucesión de 1947, y fusilarlo al alba -como dijo Eduardo Aute-, tal y como se fusilaron a José, José Luis, Ramón, Txiki y Otaegui en 1975, mientras el Caudillo la palmaba y Juan Carlos I ultimaba los detalles de su coronación y apoltronamiento. O José Bono podría ser víctima de un paseo, de la misma manera que miles de antifascistas fueron víctimas de falangistas como su padre, mientras repite susurrando: "mi padre era falangista y yo no soy mejor que él, mi padre era falangista y yo no soy mejor que él...". Y decenas, cientas y miles de cosas más. A nadie se le puede olvidar que el mundo se estremeció en la mitad de cincuenta y tres días, cambió de rumbo con un Lenin carismático como timonel y el pueblo soviético forjó lo que sería la mayor epopeya emancipadora de la clase obrera hasta el momento. Nadie duda que los tiempos han cambiado y hay que adaptarse al contexto histórico de cada pueblo, pero esto no puede ser más que un incentivo para la lucha. Todos tenemos el deber moral de aportar nuestro granito de arena. Con este blog y su material modesto -la biblioteca es recomendable a pesar de estar en construcción- intentaré hacer lo propio e instar a que los demás al menos lo intenten.



Escribir es un arte y como dijo el camarada Bertolt Brecht: "el arte no es un espejo para reflejar la realidad, sino un martillo para darle forma".




Artículo extraído de: http://cincuentaytresdias.blogspot.com/, Gracias Litos.

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