Si no me acaricias dejando la amistad a un lado, jamás volverá a florecer de invierno los veranos, y la primavera lúgubre mirará envidiosa cómo el otoño cabalga errante aciago hacia el pasado. Funesto, luctuoso, sombrío. Todo se fracciona en deseos escepticistas que componen mi embriaguez. Borracho, ebrio, beodo, se reduce en inferioridad hacia mis expectativas, pues las estrellas siempre fueron un idílico lugar en el que jurarle amor eterno.
Y mientras tanto el sol eclipsado, se apaga ante el resplandor que desprende su mirada fija en cielo, y luego yo cual satélite, doy vueltas alrededor de su atracción casi gravitatoria, la que me tiene sometido a niveles inimaginables. Porque ella forma parte del todo, su cuerpo es infinito, no lo delimitan fronteras; y sí no me acaricias dejando la amistad a un lado...